El Mediterráneo en Palavas (1854)

El Mediterráneo en Palavas (1854)

lunes, 2 de febrero de 2015

Que pase algo

Hace poco decidí que no quiero pasarme la vida esperando a que pase algo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

No es personal

Suena Frank Sinatra en este bar de El Carmel, y tú estás lejos. Al otro lado de la mesa. Nos conocemos apenas, y sé que cualquier cosa que diga que siento por ti no son más que deseos propios que quiero que me dejes vivir contigo. Como comprar un billete de avión a París ahora mismo y quedar en una hora en la Torre Eiffel y gastarnos todo el dinero que tengamos en la cuenta hasta el final del año. Y lo digo en serio.

Quiero que me agarres fuerte, como un poseso, hasta hacerme daño, para que me duela la piel y me sienta tan viva que dejen de importarme tantas tonterías. Quiero tener un orgasmo de veinte segundos que me desconecte el cerebro para siempre y mientras tanto tú me sujetes del culo y me muerdas la boca hasta hacerme sangre. Y hablando de sangre, quiero que me la drenes toda y de un bofetón me arranques todos los insoportables y recurrentes pensamientos que no me dejan estar tranquila. Quiero arrancarte la piel a lengüetazos y chuparte hasta la cera de los oídos. Quiero volverme estúpidamente loca. Demente. Quiero que me encierren. Quiero, aunque estas frases sean tóxicas, egóicas y posesivas, que me las digas todas: no puedo vivir sin ti, si desapareces me muero, qué haré si te marchas. Quiero comerte la cabeza en una bañera con velitas y espuma. Que me saques a bailar lentas y no parar hasta que se nos doblen las rodillas. Quiero que te vuelvas estúpidamente loco. Demente. Quiero que te encierren. Que no me dejes en paz, que seas un pesado, un romántico de los que exageran. Quiero que me hagas el amor continuamente. que nos encerremos en la habitación de un hotel durante una semana sin comida y sin ducharnos. Quiero olerte hasta que se me deshaga la nariz y tatuarme tus ojos para pillarte mirándome siempre que quiera.

Por favor, méteme mano debajo de la mesa, rómpeme las bragas y cómetelas si te apetece. Arráncame el corazón y márcale tus dientes. Átame las muñecas a tus tobillos y en una pirueta tápame la boca hasta que deje de respirar. Devuélveme el aliento con tu lengua entre mis piernas. Y ya de una vez por todas, tira de un manotazo la mesa que nos separa y lánzate sobre mí en plancha.

Rompámonos la crisma, por favor.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Manuel


Actuar con alguien en el escenario es como hacer el amor. Pues cuando se hace de verdad, no son más que dos almas queridndo conocerse. Por eso, el día en que te acercaste a mí y me dijiste que querías hacer una escena conmigo salté de alegría. Era un deseo correspondido... Pero me daba mucha vergüenza decírtelo. Cuando todavía no te conocía me imponías muchísimo. Toda esa fuerza y esa presencia en el escenario me apabullaban, pero después al entrar en la compañía y vivir tu dulzura, tu cercanía, tu alegría pude descubrir y disfrutar quien eras realmente. "¡¡Yo también quiero actuar contigo, Manuel!!" Y te abracé. Tú dijiste que podríamos ser un Claudio y una Gertrudis divinos, y al final fuimos dos soldados. ¡Y qué soldados! "¿¡Quién va!?" - preguntaba, "Pues quién va a ser... ¡YO!" - respondías. El mío formal y muerto de miedo por haber visto un fantasma, el tuyo irreverente y riéndose de los espectros y la oscuridad. Me costaba mucho mantenerme seria contigo jugando al lado.

El día que quedamos para cenar y trabajar nuestra escena, cuánto me alegro de que apenas leyéramos una vez el texto y en vez de eso nos contásemos la vida de arriba abajo. Fácil, sencillo, como si nos conociésemos de toda la vida. Me hablaste de tu infancia y tu familia, de cuando te fuiste de casa, de tu vida en Ourense, de cuando te instalaste en Barcelona. Y yo te escuchaba muy atenta con los ojos y los oídos bien abiertos, porque todo lo que habías vivido y cómo lo habías vivido era muy inspirador. Al final de la noche, me acompañaste hasta el portal de mi casa, nos abrazamos y nos deseamos “mucha mierda”, porque al día siguiente nos tocaba actuar juntos.

Gracias, Manuel, por hacerme el amor en el escenario y dejar que yo te lo hiciera a ti. Eres para mí como los amantes de una noche, que se van pronto, pero de los que no te olvidas jamás. Gracias por contarme quien eras, porque tu historia inspira mi vida y por ser tan generoso y tener siempre una palabra bonita que decir al otro. No hubo un día en el que no tuvieras algo hermoso que decirme. Eras capaz de ver la belleza en todo.

Tú querías que yo te enseñara inglés y a cambio tú me ibas a cortar el pelo a mí y a toda mi familia... Ese era el trato, ¿te acuerdas? Tenemos una escena de “Hamlet”, un corte de pelo y una clase de inglés pendientes. En la próxima vida quizás tú te llames Claudio y yo Gertrudis.

¿¡Quién va!? Tú, Manuel, siempre tú.


jueves, 27 de junio de 2013

Por una noche

Silencio. Tu respuesta es el silencio. Y en el silencio la inmensidad de las posibilidades. Pero no es eso lo que duele. El dolor viene de la extrañeza.

¿Qué hicimos? Algo se rompió dentro de mí. Y no es malo que algo se rompa, al contrario. Pero asusta. Me confunde la sorpresa de mí misma. De pronto, actuar como nunca antes me lo habría permitido. Y eso es bueno, tiene que ser bueno. Rompo mis estructuras, porque algo más fuerte, más grande, se impone. ¿Y tú? ¿Qué te pasó a ti? Eso no importa. Qué fue para ti no cambia nada de lo que yo he roto en mí.

Un pálpito en el corazón. Una canción. Muchas canciones. Otras tantísimas miradas. Y tú. Y yo. Los dos. Una noche unidos. Unidos. Unidos en lo carnal... Y en ese otro lado... También. Una despedida absurda. Una pregunta. Y el silencio.

No me importa parecer enamorada. Porque sí, esa noche te amé. Y me propuse amarte. Así lo sentí y lo decidí. Porque quizás fuese la única. Y te amé. Besé y mojé todo tu cuerpo. Me entregué a ti. Entera no. Me reservo un lugar, el más sagrado, en el que desaparezco. Porque no quiero desaparecer, si tú no desapareces conmigo. Porque entonces lo más bello se vuelve lo más burdo, porque entonces ya no somos ángeles encarnados, sino cuerpos deseosos de un placer mundano. Que no está mal, pero... ¿Y si nos elevamos? ¿Si elevamos la carne hasta el cielo? ¿Si la llenamos de ese sentido incomprensible? ¡Ah! Yo no puedo llegar a ese lugar sin el otro. Sí puedo sola bailando, cantando, riendo... Pero no haciéndote el amor. Porque unir dos cuerpos en lo sagrado es cosa de dos.

No me perdí. No he perdido nada. Soy toda abundancia. Y sí, te amé. ¿Por qué no habría de hacerlo? ¿Por miedo a tu silencio? ¿Y quién hubiese perdido sino yo misma?

Silencio. Indiferencia. De pronto no existo... Para ti. Para mí no he dejado de existir, ¿cómo si no? Existo a cada instante aunque tú no me veas. ¡Qué extraño! Me doy, te das. Cada uno hasta donde quiere, hasta donde puede. ¿Qué se de ti?... Nada. Y sin embargo, la unión se da. Y duele, duele no honrarnos. Honrar nuestros cuerpos sudorosos, nuestro sexo palpitante y jugoso, nuestra voz desgarrada, nuestra piel caliente, nuestro pelo mojado. Yo no puedo honrarlos por ti, pero mi parte sí la hago. Bendigo tu cuerpo y hasta tu indiferencia. Bendigo tu silencio. Lo que hay detrás, hoy por hoy, no es cosa mía. Hoy por hoy, es cosa mía mirarme y a pesar de no entender, reconocerme. Un impulso consciente hacia la rotura de unos límites extraños, no construidos por mí. Mi cuerpo tuyo, tu cuerpo mío. Por una noche. Por la eternidad.

Sí, me reservé una parte, la más sagrada. Protegerme, pues ¿cómo dar a quien no quiere recibir? Pero yo recibí mis propios besos en tu cuerpo, mi gemir era un canto a mí misma. Las caricias que rozaron tu piel, no eran sino el suave tacto de mis manos sobre mi propia alma. Te acaricio, alma mía, a través del otro, te toco para comprender.

domingo, 1 de julio de 2012

Nuestra grandeza

¿Cómo aceptar tu grandeza con humildad? Simplemente siendo... Lo demás es ego.

miércoles, 21 de marzo de 2012

IMPORTANCIA

Si dejo de darle importancia al fracaso, tampoco se la daré al éxito. Y supongo que eso es lo que no quiero.

sábado, 17 de marzo de 2012

Y, sin embargo

Esperando tu respuesta para confirmar que valgo, que soy grande y bella.

Esperando que tú me lo digas, porque yo no me lo acabo de creer, sólo a ratos, sólo cuando no me importas. Ahora que de repente eres tan crucial y mágico en mi vida, no puedo vivir sin tu aprobación, sin la confirmación constante de que soy la que te gusta todo el tiempo, que no hay falta, que soy hermosa a cada segundo, que te gusta mi perfil y mis ojeras y mi pelo de cualquier manera.

Esperando tu mensaje, tu cariño. Sin él no valgo nada, y nada sirve, no hay valor en nada de lo que hago, ni en mi voz... Sólo cantando vuelvo a descubrir que el don es mío y ni siquiera eso... Que para que toda la belleza y la fuerza del mundo pueda brillar a través de mí, debo creerme digna de ello.

Y lo soy, ¡y tanto! Pero cuando tú apareces, se me olvida, supongo que pongo en ti la responsabilidad de mi felicidad, de mi belleza. Tú debes decírmelo, tú debes hacérmelo creer... ¿Cómo ocurre tan rápidamente? Y con cualquiera.

No eres tú, soy yo. Y, sin embargo, te espero.